La cantidad de información que se crea y emite crece a una tasa enormemente superior que la tasa de crecimiento poblacional. Esto tiene un indiscutible efecto: mucha más información que gente para consumirla.
El día sigue teniendo 24 horas y las personas siguen teniendo que usar varias de esas horas para trabajar y dormir. Las pocas horas libres se distribuyen entre todas las propuestas disponibles, incluyendo a los Social Media e Internet en general.
Es así que las personas eligen –ya sea conscientemente o no– cuál propuesta es digna de su tiempo y cuál no, cada vez más rápidamente.
En unos breves segundos, las personas decidirán si eso que está pasando por frente a sus ojos merece un poco de atención. Si muchas personas deciden que no, y si lo hacen unas cuantas veces, algoritmos como el EdgeRank de Facebook irán haciendo cada vez menos visibles nuestras publicaciones, reforzando la espiral descendente.
¿Y qué hace que una persona elija una pieza de información por sobre otra, que será ignorada? El atractivo visual, la relevancia, la sensación de que es de buena calidad, un contexto y horarios adecuados, entre otras cualidades.
¿Y cómo se denomina a los individuos o marcas que producen, consistentemente, este tipo de información? Expertos.
Ser expertos –y demostrarlo continuamente– es la mejor apuesta para aumentar la llegada de la información de cualquier tipo que se produzca.