Cada vez hay más para ver, leer y escuchar en los social media, y el día sigue teniendo 24 horas. ¿El resultado? La llegada de aquello que se comunica online va descendiendo notablemente, excepto se esté dispuesto a pagar.
Ya no es suficiente con tener «fans», «seguidores», «amigos» o cualquiera de las definiciones con las que se describe a las personas y marcas que tienen alguna forma de contacto entre sí dentro de los social media. Ahora, además, hay que lograr que lo que se trasmite llegue a una parte importante de ese público objetivo. Aquí entra en juego la estrategia de publicación, que definirá cómo, dónde, cuándo, a quiénes y cuántas veces emitir cada pieza de comunicación.
En Facebook, con la llegada orgánica (no paga) promediando un 5% de la totalidad de «fans/seguidores/amigos», pagar y repetir son prácticamente las únicas variables que pueden ponerse en juego para mejorar ese resultado.
Pagar es fácil, pero es algo inmediatamente limitado por el presupuesto que se tenga. Una marca, acostumbrada a solo pagar por el mantenimiento de sus canales y la creación de las piezas de comunicación, ahora tiene que incrementar notablemente su inversión para realmente lograr llegar a su público.
La otra opción es repetir. No de forma exhaustiva ni demasiado frecuente, pero consistente. La enorme mayoría del público objetivo no ve lo que se publica la primera vez, ya sea porque ha quedado fuera del complejo filtro selector de Facebook o porque solo una pequeña parte de los seguidores en Twitter están justo leyendo en ese momento. Mediante la repetición inteligentemente programada, puede elevarse mucho el nivel de llegada de cada pieza de comunicación producida. El principal riesgo es cansar al segmento que resulte receptor de demasiadas repeticiones, por lo que los tiempos de publicación deben ser analizados con profundidad.
En combinación con la compra de visibilidad, la repetición táctica forma parte de una estrategia muy efectiva para sobresalir en un mar de información y ruido digitales.